EN EL MUNDO - Africa

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Después de más de 50 años de presencia en África, nuestras Hermanas del Malawi y de la Zambia, inspiradas por el ejemplo de sus predecesoras y el carisma misionero legado por nuestra Fundadora Délia Tétreault, reiteraron su compromiso de testimoniar del amor de Cristo y de colaborar con sus Iglesias locales en la misión de proclamar la Buena Nueva y de hacer visible el Reino.

Durante siglos, África y sus pueblos tuvo a los ojos del mundo un carácter misterioso ejerciendo una atracción irresistible sobre los exploradores en búsqueda de nuevas tierras y también sobre los comerciantes ávidos de productos exóticos. Sus flotas mercantiles acostumbraban echar el ancla en sus costas y sus caravanas penetraban a través de sus montañas y llanuras áridas para el tráfico del oro, del marfil y una mano de obra cuyo valor podían apreciar. Hoy día, el continente africano cuenta cerca de 800 millones de habitantes de diversas civilizaciones y tradiciones. Sus Estados independientes constituyen la Unión Africana.

A mediados del siglo XIX, a ejemplo del misionero explorador David Livingstone, muchas Iglesias envían misioneras al interior del continente. En la misma época, el Nyassaland y la Rhodesia del Norte se convierten en protectorados de la corona británica antes de formar con Rhodesia del Sur la Federación de África Central. En 1964, en le momento del avance de los movimientos nacionalistas africanos, el Nyassaland y la Rhodesia del Norte logran su independencia y toman respectivamente el nombre de Malawi y Zambia.

En 1948, a petición de Mons. Marcel St-Denis, M. Afr., prefecto apostólico del Nyassaland septentrional, un primer grupo, formado por cuatro Hermanas de nuestra Comunidad, parte para Nyassaland. Al fin ellas realizan el sueño de ser misionera en África, el mismo sueño que tuvo Délia Tétreault en 1896, sueño al que tuvo que renunciar por motivo de salud. Al llegar a la tierra africana, nuestras misioneras se establecen en la parroquia Sta Teresa de Katete. Son las primeras religiosas canadienses que se unen a la actividad misionera de la Iglesia en esa región del país. Sucesivamente nuevas compañeras se suman a ellas lo que permite la apertura de ocho parroquias más. En esa época, no hay ni rutas, ni escuelas ni tampoco servicios médicos, Todo ha de ser edificado y los retos son numerosos.


El Malawi y la Zambia cuentan muchas etnias de origen bantue. Rural a 80%, la población de esos dos países vive de los productos de la tierra y de la ganadería. La personalidad de los africanos es de naturaleza espontánea, amor a la vida y un apego muy marcado por los colores y la música. La danza manifiesta a la vez su asombrada vitalidad y su profunda sensibilidad. Conscientes de la riqueza de su cultura, la transmiten fielmente de generación en generación. África ha conocido grandes civilizaciones y la historia de sus pueblos y culturas conoce páginas magníficas. Sin embargo existen aún hoy día, en este vasto continente, algunos países en busca de un gobierno democrático y también regiones donde la lucha contra la pobreza, la ignorancia y la enfermedad, es intensa y difícil.


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En 1954, Mons. Firmin Courtemanche . M. Afr., obispo de la diócesis de Chipata en Zambia, recibe una respuesta favorable a su petitción. Acoge a nuestras hermanas en la parroquia de St Anne de Fort Jameson. Entusiastas y determinadas, nuestras misioneras aprenden los idiomas vernáculares de las regiones donde trabajan y se integran a la vida diaria de la gente. Se hacen próximas a ellos con el fin de conocer su cultura y sus costumbres. Su misión evangelizadora se acompaña de proyectos que responden a las necesidades reales de su medio. Escuelas son construidas, dispensarios acogen a los enfermos, escuelas de ciencias domésticas preparan a las mujeres jóvenes a su rol de esposa y madre, cursos de catecismo se dictan y se organiza la pastoral parroquial.

Las diferentes facetas de su servicio misionero se modificaron con el correr de los años : educación, pastoral familiar y parroquial, servicios de salud con cuidados especializados para los niños y educación popular para la prevención del SIDA, formación de catequistas y líderes, promoción femenina, pastoral de los jóvenes, librería y creación de medios audiovisuales adaptados al país.

El alma africana

Los africanos tienen valores naturales y culturales propicios a la acogida del Evangelio. Creen en un Dios creador, maestro de la vida y de la muerte. Tienen una visión dinámica sobre el universo de donde lo espiritual y lo material se conjugan siempre. La dimensión social de su vida comunitaria descansa sobre los principios de justicia y de respeto a la autoridad. La realidad del mal, en sus formas individuales y sociales, está presente en la conciencia del pueblo, en el seno de los clanes, dando lugar a la práctica de los ritos de purificación a fin de restablecer la comunión entre los vivos y con los ancestros. En cuanto a su relación con la naturaleza que les da todo lo necesario es una relación mitigada de temor y veneración.

La revelación de un Dios Amor, personal y misericordioso, hecho carne en Jesucristo, responde a las aspiraciones profundas del alma bantue. Disipa los temores y refuerza la Vida en todas sus dimensiones. Sin embargo, la adhesión a la fe cristiana es exigente y pide reajustes en la práctica de ciertas costumbres y ritos culturales. La Buena Nueva propuesta es semilla de vida. Cuando se recibe, toma raíz en la cultura del pueblo, integra sus valores humanos auténticos, los purifica y les da su sentido completo. El Espíritu de Dios hace todas cosas nuevas en el corazón de los y las que acogen su acción íntegra y sinceramente.

Texto : Précurseur (Octubre - Noviembre - Diciembre) 2002
Louise Denis
Traducción : Marie-Paule Michaud, m.i.c.

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madagascar la gran isla

La isla de Madagascar, ubicada en el corazón del océano Indico al este de las costas africanas, ocupa el cuarto lugar en el mundo por su superficie. Ofrece un patrimonio natural extraordinario por la calidad de sus sitios y la gama excepcional de su fauna y flora. Al noreste, hay bosques húmedos y lujuriantes que contrastan con las regiones semidesérticas del sur donde se encuentran baobas y zarzales de sabanas secas parecidas al "bush" de África austral. En el centro de la isla, se extienden las Altas Tierras, reino de las montañas y culturas en terrazas donde cada valle representa parcelas de arrozales. Todo crece en nuestra isla, lanza orgullosamente un paisano de Antsirabé. Sin embargo la tasa de productividad y rentabilidad del país es muy baja. La tala de los árboles ha sido fuerte y ahora la erosión deja surgir la laterita de donde algunas veces se emplea el nombre de Isla Roja.

A través de los siglos, los mares orientales han sido sillonados frecuentados por navegadores persianos, indios, malícianos, indonesianos, árabes, y el Océano Indico se utilizó como vía de comunicación entre las diversas civilizaciones que rodeaban la isla. En medio del vaivén de esa vasta cuenca bajo vientos estacioneros y monzones, Madagascar se transformó en una plataforma de los pueblos, una mezcla de Asia y África. Esa doble pertenencia se lee en el rostro de los malgaches repartidos en 18 grupos principales y cuya población alcanza los 17 millones de habitantes. Esas tribus comparten muchas características culturales comunes como el culto a los ancestros, la creencia a los espíritus y el idioma original "malayoindonesienne", irreemplazable factor de unidad y comprensión. Indonesia ha dejado más huellas que África en el contexto cultural, y todo ello dio lugar a una civilización única que ha progresado en el tiempo, protegida por su insularidad.

Madagascar se siente orgullosa de su cultura y la sonrisa discreta de su pueblo acogedor supera la sencillez de su infraestructura. En el momento oportuno facilita al visitante vibrar por sus fiestas o sus ceremonias tradicionales. Rica en tradiciones y costumbres, expresa su sabiduría a través de un sinnúmero de proverbios. La isla ejerce una fascinación poco común sobre el que la descubre. El que ha empapado sus labios en el agua de Managareza volverá a tomar, dicho de otra manera, el viajero que ha saboreado los encantos de Madagascar siempre vuelve.

Cincuenta años de presencia misionera.

En 1952, Morondava, pequeña ciudad de la costa oeste, acoge a las cinco primeras misioneras de nuestra Comunidad que reemplazan a las religiosas francesas. Desde el momento de su llegada, se encargan de la misión y de las obras ya existentes : dos escuelas, una malgache y la otra europea, un internado, un orfanato y un ropero. Al correr de los años, unas compañeras se unirán al grupo, otras casas abrirán y nuevos ministerios se crearán conforme a las necesidades de la Iglesia local.

Hemos celebrado el cincuenta aniversario de nuestra presencia en la Gran Isla y en esta occasión nuestras Hermanas han renovado su compromiso a la misión : revelar a Jesucristo, el Enviado del Padre, y actualizar su mensaje de amor libertador en el corazón de un pueblo sediento de justicia, libertad, democracia en una auténtica "fiabannana", i.e. un espíritu de solidaridad, de familia, de comunión.

Texto Précurseur (Abril - mayo-junio)
Louise Denis, m.i.c.
Traducción: Marie-Paule Michaud, m.i.c.

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