CONOCERNOS MEJOR - Historía MIC

El tiempo del crecimiento

El tronco crece y se ramifica,
una savia generosa corre por él y lo vivifica.
Las numerosas ramas llenas de retoños
anuncian la joven frondosidad del árbol.
Muy pronto suena la hora de la gran aventura :
tierras lejanas acogen los primeros brotes.

De paso por Montreal a principios de 1908, Mons. Jean-Marie Mérel, obispo de Cantón, China, visita a nuestra joven comunidad y conversa con ella sobre el pueblo chino y sus múltiples necesidades. El 8 de septiembre de 1909, seis jóvenes profesas se dirigen a Cantón. En aquel tiempo, las misioneras partían para no volver más...

Guardería infantil para niños abandonados, orfelinato, escuela católica para señoritas, tales son algunas de las primeras responsabilidades encargadas a nuestras misioneras fuera del aprendizaje del idioma y de la aclimatación a su país adoptivo donde todo era tan diferente.

En octubre de 1913, nuestras misioneras se ven dirigiendo la leprosería de Shek Lung. Nuestras hermanas enfermeras ponen mano a la obra con mucha dedicación, curando las horribles llagas y ganando la confianza de las leprosas con atenciones y cuidados esmerados. Reciben del Gobierno chino cinco centavos diarios por persona.

Durante cerca de medio siglo, las Hermanas se van reemplazando en las misiones de China. Las misioneras dan testimonio de la Buena Nueva de Cristo procurando responder a las necesidades urgentes de la población : además de las guarderías infantiles, orfelinatos y leprosería, las Hermanas se comprometen en un sin número de servicios : dispensarios, talleres, casas para personas de edad o minusválidas, hospital para enfermos mentales, centros de educación, escuelas apostólicas, formación para vírgenes catequistas y religiosas autóctonas, etc.


Mientras que en China va creciendo siempre más el número de nuestras misioneras, Délia Tétreault y su Congregación multiplican las iniciativas apostólicas en tierra canadiense.

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Asociación de las "Damas auxiliares de las M.I.C."

Retiros espirituales colectivos para señoras y señoritas

Servicios a los inmigrantes chinos

Nuevo lanzamiento de la Santa Infancia

Reorganización de la "Propagación de la Fe"

Lanzamiento de una revista misionera

Contribución a la fundación del Seminario de las Misiones Extranjeras

Fundaciones en Canadá

Fundaciones fuera de Canadá

                                                                                                   

El tiempo de las tempestades

Tempestades se abaten sin contemplaciones;
el vigoroso tronco resiste valientemente
pero las ramas, encorvadas por el viento,
lloran las hojas llevadas tan prematuramente.

Pobreza, guerras, persecuciones, encarcelamientos, inundaciones, lentitud en las comunicaciones, dificultades en el aprendizaje de otras lenguas, problemas de aclimatación, puntos de vista diferentes, enfermedades, muertes... Es larga la lista de acontecimientos dolorosos que en la historia de nuestro primer centenario pidieron un aumento de audacia, esperanza y fe a fin de hacer triunfar la vida y abrir el porvenir.

La primera misión lejana del Instituto fue en Cantón, China, en el año 1909. Algunos años más tarde comenzarán tiempos turbulentos en el plano civil que repercuten en el trabajo de los misioneros.

En los años 1911-1914, la China estaba en plena revolución. La dinastía Mandchoue, que gobernaba la China desde el año 1644 llegaba a sus últimos días. Por todas partes era notable la rebelión. En Cantón, las hermanas vivieron durante largo tiempo en una gran inseguridad. Las continuas alertas obligaban a las alumnas a dejar la ciudad para refugiarse en Hong Kong o en Macao. Las que no podían huir permanecían bloqueadas en sus casas. A menudo se escuchaba el estallido de disparo cerca de la casa de las hermanas. Monseñor escribió a Canadá : "Ni el más mínimo miedo afloró a sus almas en los momentos más peligrosos". (RAGUIN, Yves, s.j., Au-delà de son rêve... Délia Tétreault, p.239)

Los violentos cambios sociales repetidos en China continental llevaron finalmente a la expulsión de los misioneros extranjeros. Las M.I.C. fueron expulsadas de esta tierra de misión en el año 1953 con excepción de la hermana china Lucia Ho. (Cf. Positio, p.185-186)

En casi todos los países donde han estado presentes, nuestras misioneras han vivido años difíciles. Junto con el pueblo han conocido la guerra, los golpes de estado, las dictaduras, los racionamientos de alimentos, las restricciones de los derechos y libertades. También han acompañado a la gente en sus luchas pacíficas por la liberación.

En junio del año 1918, la leprosería de Shek Lung, China, conoce horas de gran angustia: Vivimos una verdadera calamidad, la inundación más espantosa que hemos visto. El agua subía continuamente. Nuestros pobres enfermas tuvieron que dejar la sala pues la corriente les llevaba sus camas (...). Habíamos ampliado la enfermería lo que nos permitió compartir con otras personas nuestra casa (...). El agua llegaba también, pero al menos podían dormir en sus camas secas. Pasado un tiempo de reclamación, el Gobierno envió un barco con capacidad para cien personas. Nos quedaban todavía treinta en la casa. Todas estas pruebas no nos abaten; nos alegramos de poder compartir nuestro techo con los más pobres de este mundo. (Los Treinta Primeros Años del Instituto, p. 273)

Inundaciones, tifones, tornados, erupciones volcánicas, temblores de tierra e incendios, están presentes en la historia de nuestras diferentes tierras de misión. Momentos de sufrimiento, pero sobre todo de gran solidaridad con las víctimas de estos cataclismos.

La enfermedad bajo diferentes formas visita a menudo a nuestras misioneras, obligando a algunas a regresar a su país natal más rápido de lo que estaba previsto o impidiendo a otras partir para la misión ad extra. Algunas jóvenes y menos jóvenes cogieron la tuberculosis, enfermedad muy frecuente en el tiempo de la fundación. El primer deceso fue el de la Hermana Saint-Jean-l'Évangéliste (Rachel Lalumière). Murió en Cantón, China, teniendo sólo 23 años.

Para nuestro Instituto, que en ese año celebraba la primera década de su existencia, fue algo especial el supremo adiós de uno de sus miembros. También fue doloroso para la familia entera. Sin embargo estuvo acompañado de una gran consolación, la de ver a nuestra joven Sociedad implantada en la eternidad. (Los Treinta Primeros Años del Instituto, p. 173).

A causa de su débil salud, Madre Délia no pudo realizar su gran deseo de visitar a sus misioneras trabajando en los diferentes países. Los últimos años de su vida han sido particularmente marcados por el sello del sufrimiento. En efecto, después de una congestión cerebral, Madre Délia fue quedando más paralizada y con dificultad para expresarse.

Durante los ocho años que dura esta vida recluida, el Instituto vivió en la inquietud. El médico decía a menudo: "Vuestra Madre morirá súbitamente... Sus días están contados." (...) Progresivamente su enfermedad la aislaba de las hermanas aunque durante bastante tiempo pudo comunicar con ellas. Les escribía por medio de una hermana que le servía de secretaria. (Raguin Yves, s.j., Au-delà de son rêve... Délia Tétreault, p.440)

El 25 de enero de 1939 durante el primer Capítulo general del Instituto, la Madre Marie-de-la-Providence (Anna Paquette) fue elegida superiora general reemplazando a Madre Délia.

La tarde de ese día, cuando se dijo a la Madre Marie du Saint-Esprit (Délia Tétreault) que estaba liberada de su peso, manifestó una verdadera alegría y apoyando su mano sobre la elegida pudo pronunciar con dificultad estas palabras : "Yo estoy muy contenta". Sí, Madre Délia tenía mucha razón para estar contenta, pues la nueva elegida había sido durante muchos años su brazo derecho, su asistenta y su confidente.

Al final de su vida, Délia podía decir como María un gran Magnificat. En su actitud de atención a Dios deseaba ser como María. Deseaba estar a la escucha del Padre como lo estuvo María toda animada por el Espíritu Santo. Así fue para su tiempo, mensajera del Espíritu toda dedicada a la obra que el Padre cumple en este mundo por medio de su Hijo Jesucristo.

El 1ro de octubre de 1941, Madre Délia se apagaba apaciblemente en la nueva Casa Madre del Instituto situada en 2900 Chemin de la Côte Sainte-Catherine, Montreal. En su edición del 4 de octubre, el periódico La Patrie le rinde homenaje en un largo artículo titulado: Una Santa acaba de morir dejando una obra inmensa.

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